La palabra “sistema” se refiere a una comunidad de personas unidas por el destino a través de generaciones, cuyos miembros, de manera inconciente, pueden verse involucrados en el destino de otros miembros.
Por regla general, estas son las personas que forman parte de esta comunidad: El hijo y sus hermanos, incluyendo los fallecidos o nacidos muertos. Éste sería el primer nivel.
En el segundo nivel se encuentran los padres y los hermanos o hermanastros de éstos, incluyendo los fallecidos en temprana edad o los nacidos muertos.En el siguiente nivel más alto vienen los abuelos y, a veces, algún que otro de sus hermanos o hermanastros. Esto último, sin embargo, es poco frecuente.A veces también pertenece alguno de los bisabuelos, aunque también esto es poco frecuente.
Entre los hasta ahora mencionados revisten especial importancia aquellos que tuvieron una suerte dura o que sufrieron alguna injusticia por parte de otros miembros del sistema, por ejemplo, en caso de una herencia, o los que fueron excluídos, dados, despreciados u olvidados.
Después – y frecuentemente éstas son las personas más importantes – siguen todos aquellos que hicieron sitio para otros en el sistema, aunque no haya ningún parentesco entre ellos. Así, por ejemplo, un cónyuge o novio anterior de los padres o abuelos, aunque ya haya muerto. También forman parte del sistema el padre o la madre de un hermanastro. Además, todos aquellos de cuya desventaja o pérdida otros en el sistema pudieron sacar algún provecho. Un ejemplo sería la persona que recibe una herencia porque otro murió pronto o fue desheredado.
Además forman parte todos aquellos que aportaron algo a favor de un miembro del sistema y que después fueron tratados injustamente, por ejemplo, empleados. En este caso, sin embargo, debe tratarse de una desventaja importante o una injusticia grave.
En este sentido no pertenecen al sistema los tíos políticos, o primos. Algunos piensan que son de especial importancia para el sistema aquellas personas que convivieron con la familia, por ejemplo, una abuela o una tía. Para las implicancias sistémicas, sin embargo, la proximidad física no tiene ninguna importancia. Al contrario, frecuentemente alguien se ve implicado en el destino de otra persona cuya existencia ni siquiera conoce.
Bert Hellinger
“Las Ordenes del Amor”
Editorial Herder